ÉXODO 159

EDITORIAL La justicia, ¿al servicio de quiénes? “L A justicia en España es un ca- chondeo”, dijo el regidor Pedro Pacheco, y la justicia (también por otras causas)… lo condenó. “Nos he- mos tragado muchos sapos, pero coco- drilos… ¡no!”, proclamó solemnemente el diputado republicano Gabriel Rufián desde la tribuna del Parlamento... Y el cocodrilo se sienta hoy gloriosamente en el Tribunal Constitucional. Nuestros políticos deberían recordar, a este propósito, que tampoco en política vale cualquier medio para alcanzar un fin, aunque este sea bueno. ¿Es mayor poder el de la justicia que el de la política? ¿Qué está pasando en realidad con la administración de la justicia en España? La gente de bien, además de la mascarilla por la pandemia, está siendo obligada a po- nerse gafas oscuras para no ver lo que, en este campo, tiene ante los ojos; y pinza en la nariz para no respirar la pestilencia que arrastra por décadas interminables el man- tra que se repite machaconamente cada mañana en las portadas de los diarios y en las ondas de radio y televisión: Gürtel, Kit- chen, Bankia, Scala, Palma Arena, Púnica, Ere, Nóos, Juan Carlos, Bárcenas, Villarejo, Rato, Fabra, Pujol, Millet, etc. Si ya estos actos suponen por sí mismos una traición, desprecio y robo a la ciudadanía… ¿qué se puede pensar de un sistema judicial inca- paz de liberar al pueblo de semejante tor- tura y castigo? ¿Para qué sirve entonces el sistema judicial? ¿No necesitaría de un tiempo de “silencio creativo”, al menos, para ver si llega a descubrir su verdadera función como servicio público? “La justicia es igual para todos”, afirmó regiamente ante todo el país la entonces primera autoridad del Reino de España en su discurso de Nochebuena del 24 de di- ciembre de 2011; y esto lo decía cuando el escándalo del caso Nóos, que implicaba a parte de su familia, estaba ya en las porta- das de todos los medios. ¡Pero no es verdad lo que dijo el rey! La justicia no está siendo igual para todas y todos. La justicia en este país está siendo selectiva, partidista, de- pendiente del poder político y económico del sujeto justiciable y de la ideología del juez. Ahí está el denigrante caso del mismo rey, hoy emérito. Cuando afirmó solemne- mente que era igual para todos, ya podría ser consciente, mirándose a sí mismo, de que no era verdad. Ahí están, además, las sentencias tan diversas que se están dan- do sobre el confinamiento, las violencias de género, las manadas, las personas que piden asilo y las migrantes… ¿Y cómo en- tender esa inmunidad que, contra el sentir ciudadano, se aplica a personas con poder e instituciones cuyo servicio debería ser ejemplo de transparencia y eficacia?

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