ÉXODO 152

Y evocamos finalmente el caso más recien- te de María José Carrasco, enferma de es- clerosis múltiple durante 30 años, quien a partir de un momento pidió a su esposo in- sistentemente poner fin a su vida insopor- table, como dejó plasmado en un video para dejar constancia de esa inequívoca volun- tad, lo que no le ahorró a su marido tampo- co tener que cargar con el peso de la ley. Su dolor es un inquietante testimonio de cómo los grandes avances en la humanidad solo se logran con el sufrimiento de las pro- pias víctimas. Los que no pasamos por esos trances no deberíamos olvidar jamás que disfrutamos de la vida y la felicidad solo a costa de ese precio: increíblemente costoso e increíblemente valioso. Los dogmáticos y fanáticos nunca lo reconocerán. Pero las víctimas lo asumieron en la esperanza de una vida y una humanidad más luminosas. Cerramos este editorial evocando dos tes- timonios en esa dirección: Cuando ya estábamos confeccionando el presente número, el reconocido experto en Bioética Diego Gracia nos enviaba un texto por si nos interesaba publicarlo en este nú- mero. Lo tuvimos que recortar por falta de espacio, pero no pudimos dejarlo fuera: era excelente para perderlo. Su título era La autogestión de la muerte. Un lúcido y va- liente alegato en favor de la autonomía y la libertad en la vida y… ¡en la muerte! Sin ellas dejamos de ser humanos. Y, como consecuencia, una nueva visión de la muer- te como una fase de la vida. De ahí que “lo mismo que hay de obligación de personali- zar la vida, la hay también de personalizar la muerte”. Y el otro testimonio nos llega también de la mano de otro, de un libro no menos lumino- so, incluso más cálido e incisivo por su car- ga existencial. Se trata del último libro del mundialmente reconocido teólogo católico Hans Küng Una muerte feliz, donde abierta- mente sale en defensa del derecho a la eu- tanasia, fundándolo en una visión de la vida en profundidad, abierta a la realidad última. De ahí que reclame “morir con la dignidad que ha vivido, siendo plenamente un ser hu- mano, sin verse reducido a una existencia vegetativa.” Y argumenta: “Un tránsito feliz a la muerte está fundado en el respeto pro- fundo hacia la vida infinitamente valiosa de toda persona.” Para dejar abierta la pregun- ta: “Si todos tenemos una responsabilidad sobre nuestra vida. ¿Por qué vamos a re- nunciar a ella en la etapa final?” Hay quien ve en esta valoración el signo de un cambio de paradigma en la actitud ante el final de la vida. El compromiso y el sufri- miento de los testimonios que hemos evo- cado aquí son, sin duda, un argumento de peso en favor de un final con sentido, de una muerte digna, incluso feliz, como la es- pera Küng. 4

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