ÉXODO 142

E blemáticas, así como de las complejas re- laciones de esta temática con los más im- portantes ámbitos de la cultura, con el cristianismo profético o con los partidos políticos, de la derecha y particularmente de la izquierda, ha hecho posible este in- tercambio de opiniones que hemos juzga- do de espléndido. Desde la crítica a la tesis del filósofo John Locke sobre la tolerancia que, sin abando- nar la fundamentación religiosa, defendió más bien una “política” que una ´”ética” de la tolerancia, “ejercida desde arriba” y que llega a considerar legítima la intole- rancia contra católicos y ateos, César Te- jedor, siguiendo la siempre fecunda inspi- ración de Kant, defiende el ideal político del laicismo basado en los tres principios que constituyen la razón de ser del Esta- do moderno: la libertad de conciencia, la igualdad de trato de todos los/as ciudada- nos/as y la referencia al interés general. Después de defender la ética laica de las críticas de relativismo, nihilismo y univer- salismo abstracto, Tejedor concluye afir- mando que el principal objetivo de esta ética no es otro que el fomento de una ciudadanía democrática, libre, y responsa- ble a partir del reconocimiento de las li- bertades individuales y la igualdad inalie- nable de todos los seres humanos. La ética laica es la mejor expresión de una ciudadanía democrática plena, afirma Luis Mª Cifuentes. Es universal y sus valores morales y cívicos garantizan el pluralismo moral y religioso, manifiestan lo más pro- fundo de la condición humana y la exigen- cia de compartir lo esencial de cada per- sona: la dignidad, junto al cumplimiento de los derechos individuales y sociales reco- nocidos en los DD.HH . La neutralidad del Estado y el esfuerzo por distinguir entre la ética individual de la pública convierten la laicidad en la condición de posibilidad de una convivencia pacífica en el marco de una sociedad que respeta el pluralismo po- lítico, moral y religioso. La democracia, concluye Cifuentes, se opone a la teocra- cia; y la conciencia democrática implica la tolerancia cuyos límites están en la violen- cia y el fanatismo. Tanto el judaísmo como el cristianismo, su heredero en parte, son, a juicio de Xabier Pikaza, religiones laicas que han fecunda- do y potenciado el mayor proceso de se- cularización de Occidente. A través de su- cesivas rupturas, el judaísmo llegó a superar el culto a los sacrificios y ritos sa- crales del templo hasta convertirse en re- ligión de la Palabra, de la Ley y de la Vida humana. Por su parte, la mayor inspira- ción laica del cristianismo arranca desde su mismo fundador, Jesús de Nazaret, que no fue sacerdote ni obispo sino laico. Pre- dicó el Reino de Dios (una forma de socie- dad alternativa, articulada desde la justi- cia, el perdón y la concordia) que no baja desde poderes superiores sino que está y se identifica en forma de protesta con la vida misma de los seres humanos, espe- cialmente desde los pobres y publicanos, prostitutas, hambrientos, enfermos y ex- comulgados de la sinagoga. A pesar de la resacralización que se hizo de su mensaje ya desde los primeros siglos, el cristianis- mo sigue estando llamado a animar proce- sos de secularización hasta la utopía de una sociedad laica, es decir, humana, libe- rada de toda tutela exterior. No obstante esta llamada, la sombra del nacionalcatolicismo se alarga hasta nues- tros días. Amplios sectores cristianos, aún después del Vaticano II y la teología de la li- beración, mantienen, como afirma Benja- mín Forcano, una mentalidad eclesiástica antimoderna, contraria a la laicidad. Una vi- sión imperialista de la religión que, como re- acción, está haciendo posible la reivindica- ción más firme de la laicidad en otros sectores más críticos del cristianismo. EDITORIAL

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