ÉXODO 161

EDITORIAL ¿Crisis de civilización? E L mundo está en ebullición, más ace- lerado –si cabe– que siempre. Solo la inconsciencia o la resignación podrían justificar la indiferencia ante la situación humana y planetaria que esta- mos atravesando. Porque resulta casi im- posible reposar en estos días una mirada complaciente sobre cualquier rincón del planeta sin que el sobresalto o la sorpre- sa lleguen a despertar nuestra inquietud. Existe una forma amable, sin levantar grandes tormentas, de expresar lo que estamos viendo. Y mucha gente, es ver- dad, prefiere un relato sin alarmismos que puedan bloquear futuras soluciones. Como alecciona la historia de la evolu- ción, la presencia de elementos nuevos que se solapan con los antiguos siempre ha sido inagotable fuente de tensiones que suelen acabar en conflictos y divi- siones sociales y políticas. ¡Y ahora los desequilibrios llegan gravemente hasta el mismo planeta! Hasta cierto punto parece normal que, en estos tiempos, profundamente mar- cados por la ciencia y las nuevas tecno- logías –peligrosa e injustamente escalo- nadas– las tensiones y discrepancias se dejen sentir con mayor fuerza. Y en esta clave, la forma amable del relato nunca está dispuesta a perder la confianza en el talento humano, siempre dispuesto a so- breponerse a estas situaciones adversas y a acabar convirtiendo las crisis en nue- vas oportunidades de vida para humani- dad y el planeta. Indudablemente es animosa y refrescan- te esta forma de ver la realidad. Al límite, coincide con la versión última que desea- ría ofrecernos siempre Éxodo, filosófica- mente más cercano a las salidas abiertas y colectivas, interculturales e intergené- ricas, inclusivas, por modestas que estas sean, que a las grandes encerronas. Pero la realidad es terca. Y por mucho que queramos ignorarla o disfrazarla, hay una verdad profunda que no podemos si- lenciar. Lo dejó dicho el teólogo y mártir Ignacio Ellacuría: “debemos ser honestos con realidad”. Y una gran parte de la realidad, en este primer cuarto de siglo, se está mostran- do particularmente dramática. Tan es así, que, a juicio de nuestros más lúcidos analistas y movimientos sociales más pe- gados a la tierra, estamos al borde de la

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