ÉXODO 157

E E L montañero lleva ya una larga cami- nata. La fatiga se le va pegando a las rodillas como la nieve a las botas. Economizando energías, camina como un autómata, confiando a la seguridad del sen- dero el éxtasis final… Pero, de golpe, desa- parece el sendero al borde del precipicio. El avezado senderista se detiene entonces, y, sin perder la calma, seca con el antebra- zo el sudor del rostro, bebe de la cantim- plora un buen trago de agua y… vuelto de espaldas al precipicio, echa una mirada cir- cular sobre el perfil blanco de la montaña buscando otra ruta más certera que lo suba hasta la cumbre. No, el senderista sabe per- fectamente que no es el sendero equivoca- do lo que a él le importa de verdad; todo su interés está enfocado en alcanzar la cima de la montaña… … Todas las aportaciones que presentamos a continuación reproducen, a su modo, una experiencia similar a la del montañero: la fatiga de una ruta que, al final, resulta equi- vocada; la experiencia de límite y finitud del sendero, la búsqueda de algo alternativo. Descubre en su conciencia que algo se va derritiendo como la nieve ante la llegada del sol y el despunte humilde de lo inédito, innominado, que va ocupando ese vacío. Como el final del camino al montañero, la pandemia nos ha mostrado brutalmente el final de un sueño. El desarrollismo indefini- do, fruto del último capitalismo desbocado, nos ha llevado hasta el borde del camino: ni el planeta Tierra, sometido por la globa- lización de tecnología científica a una ex- plotación voraz e incontrolada, ni la socie- dad mundial, bajo leyes inexorables del be- neficio, acumulación y consumo sin límites, pueden seguir aguantando ya este ritmo trepidante. Confiando nuestra suerte a este tipo de desarrollismo, de forma consciente o autómata, hemos llegado al final. El paso siguiente, como ha venido a mostrarnos la Covid 19, puede precipitarnos en el abismo. Nota para los seguidores habituales de Éxo- do. En nuestra filosofía siempre hemos mantenido la convicción de que ninguna si- tuación humana, por cerrada que se pre- sente, puede ser insuperable. El espíritu in- quieto y desbordante del ser humano siempre ha encontrado atajos para superar todo límite, aunque Prometeo cometiera una grave torpeza en el primer intento. Mantenemos, a pesar de todo, la memoria de los indoblegables esclavos de Egipto, burlando la férrea vigilancia del Faraón ca- mino de la libertad, y nos asomamos, con la misma curiosidad, a los ojos clarividentes de Juan Bautista que, en la cerrada noche de los siglos, llega a descubrir “al que es más fuerte”, abriendo nuevos caminos has- ta en el desierto. La generación del confinamiento está ya sufriendo en propia carne la desconexión que hemos hecho de la vida: desconectada de nuestra propia casa, el planeta Tierra, separada socialmente, como mónadas, de los/as demás. Es mayormente la generación más joven, que está atravesando una gran incertidumbre, la que no encuentra espacio en esta incipiente era, entre lo nuevo que EDITORIAL

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