ÉXODO 153

sustancial estamos ignorando para mantener la vida del ser humano y del planeta. ¿Se nos ha apagado el espíritu? Lo advertía ya muy acertadamente en el siglo pasado el filósofo y premio nobel de lite- ratura Henri Bergson: disponemos de un cuerpo muy grande, decía, y de un alma muy pequeña. Nece- sitamos un “suplemento de alma”. ESPIRITUALIDAD Y RELIGIÓN La espiritualidad, raíz y fundamento de todas las culturas, no puede confundirse con la religión, son re- alidades distintas. Pero, la verdad es que la espiritualidad casi siem- pre se ha presentado vinculada a las religiones. Difícil abordarla sin esta referencia. Y no puede decirse que este matrimonio haya sido siempre negativo. Aun hoy día mu- chas personas encuentran en la cosmovisión religiosa razones su- ficientes para vivir con esperanza y para morir en paz. La religión ha prestado a la espiritualidad una vi- sibilidad concreta de la que carece; le ha dado verticalidad y horizon- talidad y ha proyectado sobre ella ricas axiologías y hasta una nutrida teodicea… En contrapartida, la es- piritualidad ha prestado a las reli- giones arraigo y fundamento hu- DEBILIDAD HUMANA Y PROTECCIÓN DE LA VIDA Me pides, Ruth, una reflexión para tu libro sobre la espiritualidad jus- tamente cuando el confinamiento por el coronavirus se está haciendo más pesado. Y entre los muchos detalles que ya están aflorando en esta pandemia –como cuando en días de niebla la luz del sol va de- jando aparecer la realidad del pai- saje– hay uno del que apenas se habla porque, quizás, inconscien- temente lo tenemos ya asumido. Me refiero a “la debilidad de la hu- manidad para proteger la propia vida humana”. Ni la razón ilustrada y su deslumbrante tecnología, ni la poderosa y dominante “ciencia” económica, ni siquiera las religiones están ofreciendo instrumentos su- ficientes para superar esta brutal agresión. ¡Y soñábamos con que ya disponíamos de un sistema que nos ponía al borde del “final de la historia”! Lo cierto es que ha bas- tado un desconocido y maléfico vi- rus para despertarnos de este in- modesto sueño y hacernos sentir la fragilidad de los soportes en que estamos apoyando la vida. Las calles y plazas desiertas están siendo un símbolo elocuente de nuestra propia fragilidad. Algo muy mano, historicidad y esa movilidad que necesitan las religiones para ir encarnándose en la historia con- tra la tentación de fijación de sus mismos dogmas y axiomas. No sería justo condenar globalmen- te, desde la historia, todas las con- secuencias de esta vinculación. Aunque la multiculturalidad de hoy día nos exige, por honestidad con la realidad, su divorcio o separa- ción, al menos para reconocer la identidad y el lugar propio de cada una. SECULARIZACIÓN Y VACIAMIENTO DE ESPÍRITU Con la llegada y la fascinación pro- vocada por la modernidad, los “ma- estros de sospecha” anunciaron a bombo y platillo “la muerte de Dios”. Y a este contundente anun- cio le ha seguido un largo período de “desacralización” y “desmito- logización” que ha abocado final- mente en el impresionante fenó- meno de la “secularización” que recorre, principalmente, el mundo occidental. Hasta las religiones, guiadas por sus teólogos, han co- adyuvado a este proceso secula- rizador como exigido desde sus mismas fuentes fundadoras. El fe- 71 ACTUALIDAD Evaristo Villar “Espiritualidad” en tiempos de fragilidad “Esa cosa que no tiene nombre”

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