ÉXODO 153

informales de la economía, las co- munidades campesinas e indíge- nas, los jóvenes, las mujeres, y en general todos los sectores empo- brecidos, tienen derecho a defen- der su vida y luchar por su dig- nidad y sus derechos. Pueblo pobre, necesidades socia- les y organización han de ir siem- pre de la mano. El Evangelio nos recuerda que el milagro del com- partir se alcanza cuando a la ne- cesidad objetiva le sigue la con- ciencia de ser pueblo y el proceso de organización de las víctimas. En relación con este concepto de organización como fuerza de los pobres, Monseñor Romero logró hacer una síntesis en esta esplén- dida formulación: “ Dios quiere sal- varnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. De ahí que la Iglesia de Hoy, más que nunca, está acentuando el sentido de pueblo. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas, mejor. La Iglesia quiere despertar a la gente el sen- tido de pueblo …” “Nadie le puede quitar a la gente el derecho de asociarse, con tal que sea una aso- ciación para buscar las causas jus- tas… La agrupación es un derecho cuando los objetivos son justos. Y la Iglesia estará siempre al lado de ese derecho de organización y de esos justos objetivos de las organizaciones”. labra de Dios, a su tradición pro- fética y a la realidad histórica, y ha de seguir entendiéndose a sí misma a partir de la opción preferencial por los pobres para que los luchadores populares en- cuentren en ella un lugar y en- cuentren en la fe una fuerza que los impulsa en su mística trans- formadora. La opción por los pobres ha de significar que en cualquier cir- cunstancia de la vida, la Iglesia ha de hacer sentir su presencia a favor de las poblaciones inde- fensas y discriminadas, promo- viendo el diálogo entre los con- flictos sociales, pero desde el lugar de las víctimas. La Iglesia ha de acompañar a las organizaciones sociales y po- pulares desde su amor preferen- cial por los pobres. En circuns- tancias en que haya conflicto entre la organización y la vida de los pobres, la Iglesia no ha de dudar en situarse en la rea- lidad de los pobres, puesto que la opción de la Iglesia es por los pobres y apoyará o cuestionará aquellas mediaciones según for- talezcan la vida y la esperanza de los pobres. La Iglesia sí ha de estar en el ám- bito de la política, como espacio público que busca transformar las condiciones desde las víctimas, pa- ra que la población indefensa sea respetada en sus derechos. Esa es la política del bien común. Y como política, se ha de apoyar a la or- ganización comunitaria y popular con el fin de que los pobres se sientan fuertes en sus luchas y en sus demandas por justicia y por garantizar sus derechos. Para Mons. Romero lo que impor- ta no es la organización social y popular por sí misma. Absolutizar la organización popular tiene el peligro de convertir a los pobres en instrumentos al servicio de unos cuantos dirigentes. Para Mons. Romero la organización ha de estar siempre al servicio de las necesidades de las mayorías oprimidas, como muy bien lo dijo: “Lo que marca para nuestra Igle- sia los límites de esta dimensión política de la fe, es precisamente el mundo de los pobres. En las di- versas coyunturas políticas lo que interesa es el pueblo pobre”. RECUENTO La Iglesia ha de seguir afirmán- dose desde su fidelidad a la Pa- 67 La población más pobre tiene derecho a defender su vida y luchar por su dignidad y sus derechos

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