ÉXODO 153

bién, reconoce varias “iglesias”, en relación con la libertad de con- ciencia y su libertad ante la ley (Art. 19). De aquí se deduce el respeto frente a decisiones que tuvieran que ver con la raza, el sexo, el origen familiar, religión y política, entre otros (Art. 13). Además, consagró como uno de los derechos fundamentales la paz (Art. 22). En este contexto es que, en los últimos veinte años, 36 evangé- licos han llegado a ocupar un es- caño en el Congreso de la Repú- blica, la mayoría de ellos elegidos bajo partidos tradicionales y unos pocos bien sea por un partido u otros grupos evangélicos (Velas- co, 2018, pp. 229-233). Pero, más allá de las cifras de participación de los evangélicos en las curules legislativas, es importante men- cionar las alianzas que han rea- lizado con partidos de ultradere- cha cuestionados por sus rela- ciones con el narcotráfico, el pa- ramilitarismo o hechos de corrup- ción, así como su respaldo y bendición a algunos de sus can- didatos. otros grupos guerrilleros, ejercí- an una presión desde todos los sectores sociales, reconociendo que era necesaria la reconstitu- ción del Estado. Es así como se convocó a las distintas fuerzas políticas sociales y regionales, quienes tuvieron sus represen- tantes en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, dentro de ellos los evangélicos, represen- tados en el Movimiento Unión Cristiana (Olano García, 2011, p. v-xi). Esto, de por sí, marcaba un hito en la historia política de Co- lombia; por primera vez los cris- tianos no católicos tenían repre- sentación sin participar directa- mente en uno de los partidos tra- dicionales. Un cambio sustancial de la nueva constitución fue su preámbulo. Aunque invocaba la protección de Dios, no circunscribía al Estado a una determinada confesión de fe: “En ejercicio de su poder so- berano, representado por sus de- legatarios a la Asamblea Nacional Constituyente, invocando la pro- tección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación […] (Olano García, 2011, p. 1). Tam- Además de lo anterior, lo para- dójico de esta apertura a la di- versidad, para un grupo que dice representar al 20 por ciento del total de la población cristiana (Cedecol, citado en El Tiempo, 7 de enero de 2017), es que asuma posturas moralistas basadas no sólo en su fundamentalismo re- ligioso sino también político. Lo anterior, por supuesto, va de la mano con el respaldo que reci- bieron de parte de los sectores más conservadores. Tanto así que sus agendas políticas se han establecido con propuestas que desaprueban la adopción homo- parental, el matrimonio igualita- rio, el aborto, la eutanasia y la llamada ideología de género, te- mas que influenciaron la vota- ción no sólo de las últimas elec- ciones presidenciales sino del plebiscito por la paz del año 2016. En un contexto de violencia, como ha sido el colombiano, asumir una posición contraria al camino de la paz no sólo es paradójico sino contradictorio con respecto al evangelio en un país de inmensa mayoría cristiana. Así quedó de- mostrado en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016 cuando el vo- to por el No se impuso con un po- co más del 50% de la totalidad de la votación, resultado en el que los evangélicos jugaron un papel decisorio dado su rechazo a la ideología de género, pues la con- sideraban peligrosa para la socie- dad. Así lo expresó el presidente de la Confederación Evangélica de Colombia Edgar Castaño, “El La incidencia política del movimiento evangélico en Colombia tiene como punto de partida la Constitución de 1991 56 EN LA BRECHA

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