ÉXODO 152

que Jesús no se bajó de la cruz, dejando que su entorno gober- nara la iglesia, fue desacertada. El caso contrario estaría en Be- nedicto XVI, que dimitió en cuanto las responsabilidades del cargo, por edad y fuerza, le sobrepasa- ron. Este comportamiento le me- rece respeto, aquél no. ¿La doctrina eclesiástica es co- herente con las distintas prácticas de autodeterminación del propio tránsito hacia la muerte que se han ido produciendo en la historia de la iglesia? Siguiendo a A. Mon- clús (La eutanasia, una opción cristi na), distingue diversas épo- cas y diversas posiciones eclesia- les. Antes de Constantino, y du- rante las persecuciones, se aprobaba el suicidio para no ser víctima de tortura o violación, pe- ro todo cambió con la visión pe- simista de Agustín de Hipona, cuando la eutanasia se condena como crimen y pecado. Sin em- bargo, siguió existiendo un espa- cio para considerar la eutanasia una opción cristiana, como los casos de los mártires, las cruza- das, las guerras de religión o lle- gando a admitir principios como la guerra justa o la pena de muer- te. El final del libro recoge la ora- ción con que cerró el III volumen de sus Memorias junto con el de- seo de que “la Iglesia reconozca los signos de los tiempos” y llegue “a introducir, una liturgia personal para el tránsito hacia la muerte digna de estas personas“. Sobresalto final . Durante la im- presión del texto, H. Küng vivió del mismo modo se plantea “¿So- ñar con el cielo? ”, no como lugar, sino una manera de ser, el ámbito de Dios del que no está excluida la tierra. Y concluye este capítulo con que “la felicidad eterna es cuando la persona finita se dirige a la infinitud ”. El último capítulo lo titula de modo provocativo, ¿Es poco cristiano un tránsito auto- determinado hacia la muerte? (VIII). Por supuesto, la respuesta es negativa, afirmando la legiti- midad cristiana de esta postura porque “En la muerte, (seremos) mantenidos por Dios”. No es convencional la distinción entre “ Seguimiento e imitación de Cris- to ”; imitación significa bíblica- mente, según H. Küng, compro- meterse con Cristo y con su camino y que cada cual recorra el suyo propio. La figura de Jesús como siervo sufriente sigue sien- do un ejemplo único para la ca- pacidad de soportar el sufrimien- to inevitable, un consuelo para los enfermos terminales. Sin em- bargo, la terrible muerte impuesta para él en la cruz no debe servir para rechazar las posibilidades actuales de la medicina para mi- tigar el dolor, ni para rehusar la decisión responsable sobre el mo- mento y el modo de la muerte propia. Por ello, el seguimiento de la cruz y la eutanasia no se excluyen (p. 100). Bajando a lo cotidiano, para H. Küng la postura de Juan Pablo II y su peculiar identificación con el crucificado, al consentir que su enfermedad y su tránsito hacia la muerte se hicieran públicos, y cómo justificó su apego a la santa sede diciendo una grave crisis de salud; pareció que se le iba de las manos el con- trol de la vida, encontrándose en la situación que siempre quiso evitar desde la experiencia de la enfermedad de su colega W. Jens. La editorial y el autor reflexiona- ron si el deseo central expresado en el texto había quedado desba- ratado y el libro se había vuelto superfluo. Pero no, el deseo de mantener el control sobre la vida hasta el último segundo seguía siendo una concepción ideal; nada había cambiado, aunque se refor- zó la opinión de que, ante la pri- mera grave crisis de salud, toda persona debe emprender las ac- ciones médicas posibles por res- tablecer la salud. El texto de H. Küng es reconfortante para quie- nes tienen fe y buscan orienta- ción desde posiciones disidentes con las clásicas de la iglesia. Quizá ofrezca un punto para el diálogo con personas agnósticas (suicidio ‘por balance de la vida’) pero nin- guno con otras tradiciones reli- giosas distintas de las grandes religiones, que no conciben ‘la vi- da eterna’ pero son las abande- radas del ‘buen vivir’. Por otro la- do, el contexto de su reflexión se ajusta en exceso al ámbito ale- mán; parece obviar los grandes esfuerzos por conseguir una le- galidad plausible, que se están realizando en el resto del mundo. En el caso español, en este mismo número de Éxodo se recoge la trayectoria del Movimiento por una Muerte Digna (DMD), liderada en su tiempo por el pionero doc- tor Montes. 66 ACTUALIDAD LIBROS

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