ÉXODO 143

E ¿ NUESTRA política eurocéntrica tiene alguna responsabilidad histórica frente al llamado “Tercer Mundo”? Quienes valoran el progreso desde arriba, desde la perspectiva de los vencedores, no lo dudan, el pro- greso debe seguir produciéndose a costa de la in- justicia, del sufrimiento y del expolio de hecho, nuestro progreso acabará integrando a los sectores más marginados. Pero, si miramos a los que soportan el progreso, a las víctimas de la historia, debiera causarnos horror contemplar el montón de cadáveres con que se construye ese progreso triunfal hacia el infierno. Ese progreso no salva, por más que nombres hono- rables de una u otra “disciplina” así lo justifiquen. Todos ellos acaban descartando y haciendo invisi- bles a las víctimas. Al fin y al cabo “las desigualda- des o esclavitudes históricas no tienen más anor- malidad que la doma de un caballo” (Joseph-Marie, Conde de Maistre); “La sociedad sólo puede sobre- vivir al precio de que haya gente que trabaja hasta la extenuación y lo pasan muy mal“ (Luis Veillot); “Sólo hay historia entre los blancos” (Conde Gobi- neau). EXODO se propone en este número ayudar a ver el mundo con los ojos de los vencidos. Y lo hace, tras un espacio de 50 años, en el que se dio el comienzo de una brillante primavera y a la que siguió la con- trarrevolución neoliberal: • Las revueltas generalizadas del 68, el asesinato del Che en el municipio boliviano de la Higuera, el asesinato de Martin Luther King en Menphis, las luchas de estudiantes de USA contra la gue- rra del Vietnam, y la movilización de universita- rios en Europa pidiendo liquidar la sociedad ca- pitalista y la sociedad industrial. La primera reunión del Epicopado Latinoamericano en Me- dellín, que marca un giro de la Iglesia Latinoame- ricana hacia los pobres. Y la opción de Pedro Ca- saldáliga, que aterriza en el Brasil para evangeli- zar y no occidentalizar ni dominar colonizando. • Registramos a la par la contrarrevolución neoli- beral que surge en los 70 y se prolonga hasta fi- nales del siglo: globalización productiva y desre- gulación financiera. Noche neoliberal a la que acompaña el restauracionismo de Karol Wojtyla, en perfecta unión con Thatcher y Reagan. Noche en que veremos cómo alumbran los profetas Ós- car Romero, H. Cámara, Pedro Casaldáliga, S. Ruiz, Proaño, Martin Luther King… y otros mu- chos. Son los testigos que denuncian el olvido e invisibilidad de las víctimas. Frente a la ceguera de sus contemporáneos, avisan que el mundo es- tá en llamas. Aspiramos a que se pueda generalizar la mirada his- tórica y el testimonio de estos testigos, que recha- zan el gran pecado de la razón ilustrada y de la mo- dernidad: haber relegado al ostracismo la memoria y el sentimiento del pasado, el sufrimiento de las víc- timas. Es ahora, con ellos, cuando establecemos que el baremo de la historia no es el éxito, sino el sufri- miento producido por el progreso: “Dejar hablar al sufrimiento es condición de toda verdad” (Adorno). Es en Auschwitz cuando nace el deber de la memo- ria, cuando ocurrió lo que nadie podía imaginar. Y lo ocurrido da qué pensar que con la sola razón no se puede dominar el mundo. Auschwitz acabó con el orgullo cognitivo moderno. Hay que repensar to- do (ética, política, derecho, arte, religión) a la luz de la barbarie para poder construir un mundo con una lógica distinta de la que llevó a la catástrofe. Los profetas son representantes de un mundo nue- vo, que nos requieren para tener memoria del daño causado y voluntad para que no se repita. Frente a la lógica del progreso por el progreso solo cabe la interrupción, el “nunca más”. EDITORIAL Testigos de nuestro tiempo

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