ÉXODO 134

E U na terna de palabras senci- llas que ayuda a identificar las necesidades básicas con- sideradas por la Declaración Univer- sal de 1948 como derechos funda- mentales de los seres humanos, de igual modo que migrante, desahu- ciado y hambriento aluden a perso- nas que no tienen esas necesidades dignamente cubiertas. Pues bien, este número de Éxodo se ocupa de quienes se han visto forzados a abandonar su tierra, a salir de su casa y de aquellos que por privación material severa pasan hambre. Nos preocupan, luego existimos. Conscientes de que la preocupación ha de incluir los principios de la compasión, de la justicia y el princi- pio de la misericordia, los tres com- plementarios. Decía Aristóteles que la compasión es correlativa a la distancia: el sufri- miento de los que están muy cerca resulta aterrador y el dolor de los que están demasiado lejos deviene indiferente. Esa podría ser la causa de que los medios de comunicación espacien calculadamente las infor- maciones y las imágenes, atroces a menudo unas y otras, de quienes huyendo del infierno buscan refugio o asilo, de los que son arrojados de la casa y de los rostros famélicos cu- yos ojos amenazan la calidez de nuestros refugios. Y en cualquier ca- so, si el foco se pone sobre el de- samparo de las Infancias Invisibles como hace Save the Children, resul- ta más imperioso aún que tales si- tuaciones y personas tienen que se- guir en primer plano. Es para preo- cuparse, ciertamente. Tzvetan Todorov ha llamado moral de empatía al impulso de identifica- ción e inmersión en las emociones y en el dolor de los otros. Pero la em- patía, con sus diversos grados de identificación e inmersión, ha de lle- var aparejada una respuesta tan jus- ta como llena de misericordia, esa forma específica de amor que surge ante el sufrimiento ajeno para erra- dicarlo. Esa sería la respuesta debida. Desde ella, por acción u omisión, ca- bría evaluar la sensibilidad ética (humanidad, justicia, piedad, solida- ridad, hospitalidad) de los indivi- duos, de los ciudadanos y de los pueblos para con las personas que se encuentran en circunstancias crí- ticas. También permite valorar la ca- lidad política de las iniciativas y pro- puestas que pretenden practicar o ya llevan a cabo los Estados, sobre todo y por lo que nos concierne, lo que ha hecho, raquítico, sin paliati- vos, el gobierno de España, ahora en funciones. La denominada crisis de los refugia- dos coloca a su vez un interrogante mayúsculo sobre el proyecto euro- peo de construcción de una comuni- dad política basada en el Estado de EDITORIAL Tierra, casa y pan Derecho. Los compromisos o cuotas de acogida, incumplidos con gene- rosidad y con frecuencia, las condi- ciones finales en la que esta acogi- da se lleva a cabo en algunos países, la burocracia que expele y gestiona las vidas de las personas, los acuer- dos de contención o retención con naciones de origen o de tránsito, las devoluciones en caliente, los CETIs, la práctica militarización de las fron- teras marítimas en el mar Egeo y de las fronteras selladas con vallas y concertinas tierra adentro, la trans- formación de los campos de refu- giados en campos de detención, esa malversación semántica que asimi- la emigrantes forzados a refugiados y que sirve de artificio jurídico para el incumplimiento de la Convención del 51. Resulta preocupante un hecho más. Quienes consiguen llegar a nuestro país encuentran que una parte de la población les considera una amena- za para sus puestos de trabajo, para la forma de vida, socavan el estado de bienestar y otros etcétera no me- nos inquietantes. Por todo ello, si este número de Éxodo ayudara a rectificar un grado la creación de esta memoria social de estereotipo que confunde clase con raza, persona con procedencia, desdicha con maldad, dolor con cul- pa, refugio y asilo con favor, al otro con peligro latente, si ayudara a pu- rificar la atmósfera de tales opinio- nes, si al menos...

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