ÉXODO 132

E E XODO afronta en su número 132 el re- to de volver la vista a Jesús, a ese Je- sús por el que sus contemporáneos apenas se interesaron, como nos ilustra Ariel Álvarez. Solo lo hicieron cuando sus seguidores empezaron a molestar en la so- ciedad judía o en el imperio. Y ¿qué es lo que molestó de su vida y men- saje en aquel tiempo? José Laguna arranca su reflexión con la premisa de ‘ a quien hace obras de misericordia se le premia no se le crucifica’ . ¿Cómo pudo ocurrir una inversión tal de la misma para acabar con Jesús en la cruz? Al parecer no podía molestar algo tan inocuo como hablar del amor al prójimo, del perdón a los enemigos, del servicio a los de- más como actitud de vida, de defender a los más pobres... Pero, cuando la compasión por quienes vivían en los márgenes empezó a revestir dimensiones conflictivas, se mo- vilizaron los mecanismos punitivos de los órdenes político y religioso. La vida de Je- sús no representa al ‘hombre que hacía el bien’ sin más, sino al que añadía un plus so- bre las acciones de los publicanos, al que elegía claramente la misericordia sobre la ley y sanaba en sábado. La misericordia de Jesús fue misericordia conflictiva. Los primeros seguidores de Jesús funda- ban su estilo de vida tanto en su experien- cia prepascual como en la experiencia post- pascual: en el momento de la resurrección de Jesús experimentaron el saber que el muerto en la cruz estaba vivo y, a la vez, experimentaron que sus pretensiones en vi- da (el anuncio del Reino) quedaban refren- dadas por Dios. De esos seguidores surgió la Iglesia, aunque Jesús sólo predicó el rei- no, no fundó ninguna religión ni ninguna iglesia, tal como nos recuerdan R. Velasco y J. A. Estrada. Las experiencias fundantes de la vida de los primeros cristianos instituye- ron la congregación de los creyentes, la co- munidad de la Iglesia. Pero en el devenir de los primeros siglos de estas comunidades se produce una gran escisión que marcará el porvenir eclesial, tal como recuerda R. Ve- lasco: ‘la Iglesia se esfuerza por la situación de los pobres, pero no es capaz de eliminar las causas de la pobreza y acaba por resig- narse a ser portadora de una salvación que acontece en la otra vida , al margen de lo que suceda en esta’. Por supuesto que la historia del cristianis- mo recoge oposiciones a estas derivas, co- mo el concilio de Constanza y el propio Va- ticano II. J. A Estrada lo clarifica “si Dios no salva en la historia, la única que podemos evaluar, resulta poco plausible la esperanza en la vida eterna”. Es en esta perspectiva donde cobra especial relevancia la hermosa recreación del Evan- gelio que hace Pedro Miguel Lamet al prin- cipio de este número. Volver a Jesús es vi- vir, morir y resucitar como él. Y esto solo es posible desde los lugares privilegiados del reino, entre los marginados y excluidos. Hoy día, entre los emigrados y refugiados sirios en las costas del Mediterráneo. Como afirma Pepe Laguna: “el cielo puede esperar para aquellos que en la tierra go- zan del favor de una vida resuelta. En el margen, la esperanza es una urgencia. An- te el dolor del margen, no cabe más alter- nativa que el ejercicio disidente de la mise- ricordia”. EDITORIAL Volver a Jesús, ¿a qué Jesús y para qué?

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