ÉXODO 131

Esto es lo que se constataba en la presentación del VI Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España que la Fundación FOESSA publicaba en 2008 y en el que, una vez más, se aportaba una diagnosis exhaustiva sobre la situación de las personas que se encuentran en las bol- sas de pobreza, temporal o estructural, en contextos como el nuestro, un país desarrollado de rentas altas, donde es difícilmente compatible esta situación con la existencia de un proceso de desarrollo social. En aquel momento se alertaba que casi la mitad de la población española (un 44%) sufrió, en algún momento durante los siete años analizados (2000-2007), algún pe- riodo de pobreza. En términos de privación material, el ni- vel subía hasta el 51,8 de nuestros conciudadanos que vi- vía en hogares que habían padecido alguno de los indicadores de privación. Fiel a una tradición que acompaña a estos informes de suscitar, desde sus inicios, la polémica con la Admi- nistración de turno, independientemente de su color po- lítico, las críticas desde el Gobierno tampoco se hicieron esperar en esa ocasión. Y es que cuando la mirada se cons- truye desde la realidad que encarnan los que más están sufriendo el embate de la desigualdad y la inequidad eco- nómica, los poderes públicos no suelen aceptar con faci- lidad la cuota de responsabilidad que les corresponde en la persistencia de esas injusticias. Siete años después nos encontramos en una situación que, desde el punto de vista de las personas excluidas, comparte ese factor de invisibilidad que se constaba en 2008. De hecho, el discurso de la recuperación comienza a instalarse en la sociedad o, al menos, en esa parte de la sociedad a la que le ha ido menos mal a lo largo de este extenso período de recesión. En la construcción actual de ese discurso se pasa por alto el hecho de que dos tercios de las personas que están en situación de exclusión social vienen de antes de la cri- sis. Eran entonces invisibles y los siguen siendo ahora. Y lo que ahora está sucediendo es que este grupo está cre- ciendo y se están acumulando los problemas que padece. Así las cosas, el fin de la recesión económica, que no de la crisis social, supondrá que los datos de pobreza se estabilicen o reduzcan ligeramente. Desde Cáritas y FO- ESSA estamos constatando que la fractura social en España se está ensanchando. La población excluida representa ya la cuarta parte del total estatal, o lo que es lo mismo más de 11,7 millones de personas. Y lo que es más grave, de ellas, 5 millones se encuentran en exclusión severa. Ha- blamos de hogares donde no es solo la economía lo que ha empeorado, sino que padecen un deterioro social en ámbitos como la vivienda y la salud, entre otros. No basta ya con preservar, sino que urge recuperar el capital humano que hemos destruido: De las 11.746.000 de personas en exclusión, más del 77 % sufren exclusión del empleo, casi el 62 % exclusión de la vivienda y el 46% exclusión de la salud. La crisis no nos ha afectado a todos por igual. En tér- minos de renta, han sido las personas con ingresos más bajos las que han tenido una mayor pérdida de poder ad- quisitivo. Y son las familias de mayor tamaño las que más afectadas se han visto. Familias excluidas en las que hay muchos niños y muchos jóvenes. Se multiplica de manera generalizada la vulnerabili- dad de la juventud: tanto jóvenes recién emancipados co- mo jóvenes que viven en hogares excluidos y jóvenes de- socupados que están fuera del sistema educativo. Podríamos hablar de una “generación hipotecada”. Por otro lado, la creciente vinculación de los procesos de exclusión social con la diferencia étnica pone en el ob- jetivo la viabilidad de un modelo de integración (tanto de la inmigración como de la comunidad gitana) que había sido puesto como ejemplo en Europa. Si se analiza la distribución territorial de la exclusión social en las Comunidades Autónomas, esta no se distri- buye de la misma forma que lo hacen la producción y la distribución de la riqueza. En territorios con niveles de riqueza similar, se producen diferencias notables en la in- cidencia de la exclusión. Abundando en la tesis de que no todo crecimiento eco- nómico se traduce en desarrollo social, puede decirse que en nuestro país existe una escasa correlación entre el de- sarrollo económico con el nivel de integración social de los ciudadanos. En este escenario, las consecuencias de la crisis se han visto amortiguadas por dos mecanismos de protección que han funcionado con cierto éxito: las políticas socia- les, que desde el cambio constitucional están viendo có- mo sus efectos beneficiosos se erosionan, y la solidaridad familiar y las redes de ayuda, que están mostrando una 6 Punto de mira Desde Cáritas y FOESSA estamos constatando que la fractura social en España se está ensanchando. La población excluida representa ya la cuarta parte del total estatal

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