ÉXODO 131

E Y a no es una novedad para nadie. Frente a la reiterada voz oficial de la “salida de la cri- sis”, “recuperación económica”, “mayor crecimiento en la UE”, “creación de empleo”… la desigualdad está creciendo en España hasta al- canzar cifras antes inimaginables. Pongamos unos datos . No se refieren al ancho mundo, son datos de este pequeño y “desarrolla- do” país, España, con unos 46 millones de perso- nas. El resultado –recogiendo solo, para dibujar el panorama, algunos que se dan en estas pági- nas– es espectacular: 11,7 millones de personas excluidas o descartadas, lo que representa la cuarta parte de la población. Desde unos indica- dores más exhaustivos y ajustados a la realidad, el riesgo de pobreza y exclusión social se eleva a 13 millones, el 29,2 % de la población. Y lo que es más grave, 5 millones están en exclusión severa o porque no tienen empleo (el 77 %) o porque carecen de vivienda (el 62 %) o, bien, porque no tienen acceso al sistema general de salud (el 46 %). La fractura social se está ensanchando más que en ningún otro país de la Europa desarrolla- da. Y el crecimiento de la desigualdad es eviden- temente mayor entre los jóvenes (el desplome del empleo entre los menores de 26 años ha sido del 42,3% en las dos últimas legislaturas, redu- ciendo su salario medio el 40,8%) donde ya se puede hablar sin tapujos de “generación hipote- cada”; y entre la población inmigrante cuya pre- carización está poniendo en grave peligro la nun- ca bien planteada política de integración. Y si nos preguntamos, ¿por qué este éxito oficial que va contra la esencia común del ser humano?, ¿dónde anida el secreto de este incremento ex- ponencial de la desigualdad?, ¿cuál es la fórmula mágica que ha proporcionado tales resultados? La respuesta está en el conocimiento y hábil uti- lización clasista de las grandes debilidades y bre- chas que presenta la articulación social en nues- tros días. Se puede decir, en términos generales, que en esta época post-ilustrada –sometida a la hegemonía del discurso técnico científico, domi- nada por el neoliberalismo económico y financie- ro y sin el paraguas de una gobernanza mundial respetuosa con toda la comunidad humana– se ha impuesto el paradigma individualista sobre el so- cial, los derechos del individuo sobre los derechos de la colectividad. Hoy día los derechos que sur- gen de la libertad individual –siempre irrenuncia- ble– están mejor protegidos que los que amparan la Igualdad y la solidaridad. En este contexto desequilibrado y clasista, el de- recho a la propiedad privada se ha convertido en algo absoluto, y por eso políticamente intocable, protegido no sólo por los gobiernos neoliberales, sino también por las mismas iglesias con raras ex- cepciones como las recientes encíclicas del papa Francisco. Y el derecho a la identidad particular y los hechos diferenciales de colectividades privi- legiadas se imponen sobre aquellos, más radica- les, que se nos vinculan como especie y que nos unen al mismo planeta que habitamos. La solida- ridad queda relegada a las decisiones meramente subjetivas, lo que la reduce frecuentemente al mero voluntarismo o caridad devaluada. Por es- te camino se va trazando un darwinismo social que va acrecentando, día a día, la desigualdad económica, política y jurídica y social entre las personas y entre las comunidades. Desde estas páginas vamos a defender la necesi- dad de volver a la humanidad y a la cordura. Desde una inspiración humana (y evangélica) nos posicio- namos contra el individualismo, que acaba convir- tiendo al ser humano en clase privilegiada, y a fa- vor de la sociedad universal y planetaria que reconoce la misma dignidad en todos los miembros de la especie humana. Respetamos la diversidad que la misma naturaleza impone, pero nos planta- mos frente a cualquier proyecto político o religio- so que no se posicione ante la desigualdad econó- mica, política, social y jurídica que el sistema actual está abriendo en el conjunto de la ciudadanía. EDITORIAL Desigualdad creciente en España

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