ÉXODO 129

E P or más que se la quiera ocultar como pa- labra maldita, prohibida en el lenguaje políticamente correcto, el hambre es una incómoda realidad que nos interpela cada día. Junto a la guerra, la peste y vecina de la muerte, el hambre vuelve a cabalgar con todo su poder destructor, como los cuatro jinetes del Apocalipsis, sobre los azarosos comienzos del siglo XXI. Y no es fácil librarse de esta plaga. Porque, en- tre otras poderosas razones, en una sociedad secularizada como la nuestra, ya no dispone- mos del fácil concurso de una veleidosa y ven- gativa divinidad que descarga toda su ira sobre la perversión y egoísmo de los humanos. Las causas reales del hambre, hoy como ayer, se en- cuentran más a ras de tierra. Y la solución tam- bién: es cuestión de repartir con justicia y soli- daridad. Pero, bien miradas las cosas, lo cierto es que, mientras sigamos asistiendo impasibles a la muerte de la democracia en aras de un sistema del capital injusto y despiadado, estaremos asu- miendo el empobrecimiento de millones de per- sonas, y, como consecuencia, el hambre. Contra la sorpresa y posterior silenciamiento de la FAO –no hablamos del mal llamado Tercer Mundo– el hambre ya ha rebasado los podero- sos muros de la UE. Madrid, Atenas y Lisboa se han convertido hoy día en capitales de la po- breza en Europa. Y España, según el último in- forme de Eurostat, es, después de Letonia, el país con mayor desigualdad en el reparto de la renta. Y lo que resulta más preocupante de una so- ciedad, que se considera desarrollada y mo- derna, es que ésta se permita desentenderse institucionalmente del grito de esta injusticia y que vuelque todo el peso de la responsabilidad sobre la espalda de instituciones privadas, fi- lantrópicas y/o religiosas. Desde Éxodo denun- ciamos esta práctica irresponsable porque con- sideramos que no es justo ni razonable reservar al voluntariado y a la caridad lo que se debe hacer por derecho. No deja de ser significativo, a este propósito, que una de las primeras urgencias a que han te- nido que atender las nuevas administraciones locales, surgidas del 24 M en España, haya sido, junto a la paralización de los desahucios, la atención a los comedores escolares y al reparto de alimentos en los barrios precarizados. Solo en la Comunidad de Madrid, según la última En- cuesta de Condiciones de Vida, se cuentan más de 330.000 personas bajo el umbral de la po- breza severa. La Carta contra el Hambre, en cuya gestación y difusión ha estado implicada esta revista des- de el principio (ver páginas interiores) ha cose- chado no solo el apoyo de múltiples institucio- nes privadas de ámbito local y estatal, sino que ha conseguido también el compromiso por es- crito de la práctica totalidad de los nuevos ad- ministradores locales en orden a erradicar esta lacra que a toda la sociedad nos humilla. Desde la Plataforma de la Carta contra el Hambre va- mos a seguir vigilando para que estos compro- misos escritos empiecen a ser, desde ya, una realidad. EDITORIAL Carta contra el hambre

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