ÉXODO 124

E L a justicia no es un motivo nuevo en Éxo- do. Tanto desde su vertiente económico- política como desde su entramado jurídi- co-legislativo nos hemos venido ocupando reiteradamente de este importante asunto. He- mos analizado, preguntado y modestamente he- mos tratado de responder a preguntas tan in- quietantes como “¿A quién está sirviendo la justicia hoy en España, en la Unión Europea, en el mundo?”. Las dos dimensiones señaladas de la justicia son como los dos pies para el cami- nante. La primera representa al pan, la segun- da se refiere a la ley que debe armonizar su acceso y reparto entre la ciudadanía. Lo más urgente es, evidentemente, el pan; pero, desde que Darwin nos abrió los ojos para ver cómo los más fuertes acaban rebañando todo el pan (vi- da) a la masa ciudadana, la regulación que es- tablece la ley se hace imprescindible. A esta se- gunda dimensión de la justicia vamos a dedicar, preferentemente, el presente número de Éxodo bajo el título “Practicar la justicia”… y ¡desde la indignación! La ciudadanía no está orgullosa del sistema ju- dicial y sus magistrados; está indignada por el abandono y uso político, interesado y partidis- ta, que se está haciendo de este elemento bá- sico para la articulación de la convivencia. Hay que estar muy sordo o ser muy cínico para no escuchar el clamor universal por un sistema de justicia más respetuoso con las mayorías hu- manas y la vida en la tierra, más igualitario y justo. Un sistema verdaderamente alternativo. En nuestro país el deterioro de la administración de justicia está llegando a unos niveles particu- larmente graves y hasta escandalosos: se elimi- na de la carrera judicial a jueces libres y honestos y se coloca en su lugar a otros sospechosos y serviles. La realidad real está desmintiendo a dia- rio aquella solemne y falsa afirmación regia de que “la justicia es igual para todos”. La experien- cia nos dice que no es verdad, que los pillos, los caciques y los perversos siguen campando a sus anchas por toda la geografía nacional. Abando- nada la ética desde el poder, las mayorías popu- lares se sienten burladas y humilladas. Cada día que pasa va creciendo con mayor fuerza en el pueblo la convicción de que este sistema de justi- cia es clasista y corporativista, injusto, incapaz de controlar la corrupción escandalosa que anida en todos los estamentos e instituciones del poder. Se tiene la seguridad de que el actual sistema injus- to está profundamente ideologizado y politizado. No se entiende cómo se enchirona fácilmente a un pobre raterillo mientras que los grandes la- drones, por todos y todas conocidos, siguen dis- frutando libremente en escandalosas mansiones al coste de una mísera fianza. La justicia, abiertamente, no es igual para todos en España. ¿Quién puede entender los miles de personas aforadas, gozando de una justicia a su gusto y medida? ¿Quién puede reconocer en el precipitado aforamiento del antiguo rey un sig- no de respeto al pueblo y a la democracia? ¿Le dirá algo al actual Gobierno —rapidísimo en este caso y amuermado en tantos otros— lo que está haciendo la justicia francesa con su ex- presidente Sarkozy? ¿Y cómo entender los in- dultos que se hacen desde el Gobierno, de for- ma casi clandestina, si no es como un gracioso reconocimiento, hecho en nombre del Estado, a unos confusos servicios prestados más al parti- do que gobierna que a la ciudadanía? La ciudadanía en España está indignada porque ya está harta de tanto Decreto Ley que, por muy legal que se quiera, nunca supera los mínimos de la democracia; está harta de tanta imposición de mayorías absolutas, de tantas leyes o pro- yectos de ley siempre contra los de abajo, los más vulnerables (la Ley de la mordaza ciudada- na, la ley contra la Justicia Universal, contra la actual ley del aborto, contra la enseñanza y sa- nidad públicas, contra las migraciones, etc.). Desde Éxodo queremos invitar a la rebeldía con- tra este sistema de justicia injusto y exigir ya el comienzo de una “práctica alternativa”. EDITORIAL

RkJQdWJsaXNoZXIy ODE4NjI=