ÉXODO 122

E H ora del evangelio, desde que he- mos conseguido hacer de la me- moria una herramienta de exten- sión de nosotros mismos, ha sido siempre. En nuestra era, los cristianos que reconocieron “evangelio” en la persona y en los dichos y gestos de Jesús de Naza- ret eran muy conscientes de estar enfren- tando, con esta apropiación, la teología ofi- cial del imperio que confesaba a Augusto evangelio verdadero. La inscripción de Priene —actualmente en el Museo Perga- mon de Berlín— llega a decir que el natali- cio de Augusto es una nueva creación: “el comienzo de todo… el comienzo de la vida y del vivir”… porque, “con su epifanía, Au- gusto salvó al mundo entero de descender al caos y excedió las esperanzas de quienes profetizaron buenas noticias [euaggelia] para el futuro”. Dada la fragilidad humana y los límites de caducidad que nos cercan, siempre va- mos a necesitar algún evangelio que nos ayude a romper las cadenas de la coti dianeidad que nos atan y nos abra a la no- vedad que persigue siempre la vida. Por- que el espíritu humano es indomeñable. La historia está cargada de momentos que confirman esa ley no escrita pero certera: la novedad irrumpe cuando el horizonte aparece más cerrado, o, en la visión del profeta, “en la oscuridad de la noche brilla una gran luz” (Is 9). Nuestros días también están esperando algún evangelio que nos mueva a romper la locura de una sociedad mundialmente desarticulada; a superar el vértigo que nos produce la brecha entre los poquísimos su- peravaros de la economía y sus innumera- bles víctimas; a no permitir que la tierra se nos convierta en un inmenso desierto; a no soportar por más tiempo las divisiones en- tre instituciones de sentido como las reli- giones. Necesitamos un evangelio que nos impulse hacia una civilización intercultural y planetaria. Con sorpresa, en la larga noche del pos- tconcilio, estamos asistiendo a la novedad que ha supuesto la llegada del papa Fran- cisco. Sus gestos personales están resulta- do un revulsivo contra el desánimo y están poniendo en práctica lo que él llama la “re- volución de la ternura”. ¿Es otra vez hora de buenas nuevas? En Éxodo nos ha interesado particular- mente su hoja de ruta, su programa —aún en expectativa— como aparece en su exhor- tación Evangelii Gaudium . Mirando de reojo este documento, hemos programado este número que ponemos en tus manos. EDITORIAL

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