ÉXODO 119

E C UANTOS consideramos la convi- vencia social como un propio del ser humano consideramos que la mejor base y garantía para la dig- nidad y derechos de los ciudada- nos es el sistema democrático; en él, el ciu- dadano es sujeto primordial y soberano. El Estado, con los gobiernos y políticos que nos representan, sería el último baluarte sin el cual desaparecerían nuestra razón y seguri- dad colectivas. La crisis actual tiene como característica cuestionar la validez de esta convicción: nuestra autoridad democrática no nos repre- senta, se ha instalado en una esquizofrenia que la somete a un poder extraño y superior (el capital, a quien obedece) y se alza prepo- tente contra la ciudadanía (a quien aplasta y miente). Un juego perverso. Somos soberanos y estamos intervenidos. Las conquistas democráticas se evaporan an- te nuestros ojos. La situación actual se debate cada vez más entre dos lógicas: la de los in- dignados y la de la política dominante. ¿En qué queda entonces la soberanía del pue- blo y, consiguientemente, la del Estado? ¿Es un mito? ¿Hay que relativizarla y secularizar- la? ¿Somos Estado y Pueblo dos sujetos con so- beranías limitadas? ¿Será verdad que “ningu- na soberanía tendrá todos los atributos de la soberanía” o todo se encamina a aminorar y reducir los elementos democráticos hasta lo- grar que sean marginales? ¿Nuestras llamadas democracias no son sino dictaduras económi- cas ataviadas con una fachada democrática? Son preguntas a las que EXODO intenta res- ponder en este número. Y los autores que co- laboran, sin duda desde perspectivas y ámbi- tos distintos, ofrecen elementos que concitan a revisar y aunar esfuerzos en la dirección de una auténtica democracia. Y, con respuesta convergente, EXODO pro- mueve la crítica, la denuncia, la solidaridad, el compromiso, la esperanza, las alternativas frente a tanto poder político servil y mengua- do; y frente a un capitalismo que cada vez ocupa más espacio en este mundo y está en camino de destruirlo. EDITORIAL

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