ÉXODO 115

E E spiritualidad y política marchan, al menos en el mundo capitalis- ta, por caminos diferentes. Viaje- ras erráticas, avanzan entre el general descrédito, al desen- cuentro. ¿Cabe soñar con un día en que rectifiquen de rumbo y se descubran como los pies necesarios para que el ser humano pueda seguir caminando? Desde Éxodo acariciamos abiertamente, en tiempos de turbulencia, este sueño. El actual descrédito de la política, como vie- nen señalando implacablemente los sonde- os del CIS, se ha instalado en la conciencia de la ciudadanía. Una calificación que la po- lítica se ha ido ganando a pulso: por su des- vinculación del pueblo al que dice represen- tar y al que está dejando tirado al borde del camino; por su complicidad y sumisión a los mercados y al omnipotente club de los ban- queros y financieros; por su sectarismo, su corrupción y la utilización del engaño como método; por el secuestro y utilización de los medios públicos de información… Impo- sible reconocer en la actual imagen de la política el menor atisbo de espiritualidad. Por su parte la espiritualidad, desvinculada voluntariamente de la política, tampoco es- tá superando la banalidad que expresa la cultura del capitalismo neoliberal. Subsumi- da desde muy temprano por las religiones, éstas la han ido desligando sectariamente del mundo profano hasta convertirla en gueto de profesionales. Este matrimonio con las religiones ha ido reduciendo a la es- piritualidad a los estrechos márgenes de un credo o un rito, pero también le ha ayuda- do, pensamos, a descubrir su verticalidad. Pero de lo que no cabe duda es que su di- vorcio del mundo político ha dejado a éste abandonado a su propia suerte o bien, en sentido contrario, se ha hecho frecuente- mente cómplice de su injusticia. Por todo esto, tampoco la espiritualidad se libra de la sospecha y el descrédito. El encuentro entre espiritualidad y política es hoy, a nuestro juicio, más necesario y ur- gente que nunca. Se trata de un patrimonio de toda la humanidad que afecta directa- mente al bienestar y a la convivencia entre los pueblos y culturas y que es demasiado importante como para dejarlo en manos de profesionales. Este encuentro nos va a exi- gir algunos movimientos que brevemente enumeramos: En primer lugar, un esfuerzo para rescatar espiritualidad y política de su actual secues- tro y volver a resituarlas en su verdadero suelo, como elementos esenciales que defi- nen la propia identidad del ser humano que, por el mero hecho de serlo, es espiritual y político. Desgajar de él estas dos dimensio- nes y mantenerlas separadas nos está si- tuando al borde de la esquizofrenia. Necesitamos luego contextualizarlas porque somos seres en proceso, a quienes nos afectan de modo determinante tanto el es- pacio como el tiempo donde vivimos. Y finalmente, no podemos olvidar que espi- ritualidad y política son también dos activi- dades destinadas a hacer la tierra más habi- table. Olvidar este destino, será poner en peligro no solo la convivencia, sino también la misma tierra como casa común. EDITORIAL

RkJQdWJsaXNoZXIy ODE4NjI=